Dile NO a la flojera

Necesitamos imperiosamente romper con el círculo light (corriente del comportamiento contemporáneo que se caracteriza por la ley del menor esfuerzo) si queremos salir adelante, y sólo se puede lograr a través del esfuerzo.

A un grupo de jóvenes se les preguntó: "¿A quién le había atacado la flojera aguda?", y se les pidió que levantaran la mano, la mitad lo hizo, la otra mitad no la levantó porque tenía "flojera".

Hoy por hoy, nuestro más importante e inmediato desafío es sacudirnos la pasividad y el aletargamiento, los cuales son los síntomas más notorios de la mediocridad, son tiempos de esfuerzos sostenidos, de constancia y perseverancia, de aplicarnos a fondo si de verdad queremos surgir como personas, familias y naciones de triunfadores. Ya tendremos tiempo para descansar el día que nos digan: descanse en paz, secula seculorum, amén.

No hay causa más digna que realizar una tarea bien hecha, renunciar a trabajar es renunciar a ser creativo, a ser colaborador de la creación, me imagino que si un ser humano no trabaja, no enfrenta desafíos, no tiene obstáculos por superar, y si además recibe sin esfuerzo su alimento, a este tipo de personas se les hace más daño que bien.

El ser humano es un auténtico milagro porque posee la capacidad de realizar milagros, gracias fundamentalmente a su esfuerzo creador. El secreto del éxito está dentro de cada ser humano, así como si partimos a la mitad una manzana invariablemente encontraremos una estrella de cinco puntas, así en el interior de cada uno de nosotros llevamos la estrella del esfuerzo, la energía necesaria para alcanzar todo aquello que nos propongamos, dejemos a un lado la postergación y sacudámonos de la flojera, lograremos nuestros propósitos con esfuerzo y realizaremos nuestros sueños.

LOS SEIS ERRORES DEL HOMBRE

Error N° 1: La ilusión de que las ganancias personales se consiguen aplastando a los demás.

A pesar de los años transcurridos este es un grave problema que todavía nos acompaña. Muchas personas creen que pueden llegar a ser más importantes encontrando defectos a los demás.

Debemos estar alertas, porque en muchas oportunidades, nuestras críticas son sinónimos de carencias.

Para evitar o corregir este error, concéntrate en tu propia vida y en cómo mejorarla. Hay dos formas de construir el edificio más alto de la ciudad: Una es destruyendo todos los demás edificios; la otra es trabajar en tu propio edificio y ver como avanza.

Error N° 2: La tendencia a preocuparse por las cosas que no se pueden cambiar o corregir.

No vale la pena preocuparse por las cosas sobre las que no tienes control, porque si no puedes hacer nada, no tiene sentido que te preocupes.

En segundo lugar, no tiene sentido preocuparse por las cosas sobre las que tienes control, porque si tienes el control, no hay razón para preocuparse.

Cuando puedas hacer algo, cambia de actitud y empieza a aplicar una estrategia.

Error N° 3: Insistir en que una cosa es imposible, sencillamente porque no podemos conseguirla.

Para calmar esta sensación, amigos lectores, vamos a partir de la siguiente premisa: “Lo único imposible en esta vida es arrugar los dientes”.

Muchas personas se dejan dominar por el pesimismo.

Hoy, y tengámoslo muy presente, la novedad es lo imposible, visto como una oportunidad de negocio. El mercado está sembrado de hacedores de imposibles. ¿Tú eres uno de ellos?

Error N° 4: No querer prescindir de preocupaciones banales.

Muchas personas tienen la costumbre de preocuparse por cosas insignificantes.

Para evitar o corregir este error, sencillamente trabaja en lo que consideres importante; es decir, en aquello por lo que todos deberíamos preocuparnos.

Error N° 5: Rechazar el desarrollo y el perfeccionamiento de la mente y no adquirir el hábito de leer y estudiar.

Ya muchos de los títulos que poseemos están obsoletos. Espero que tú conocimiento no. Hoy los títulos deben indicar su fecha de vencimiento. En esta era de cambio, que ya vaticinaba Cicerón, es cuando más necesitamos el conocimiento novedoso de nuestro lado. Hay que invertir en la preparación, ya que es más costosa la ignorancia.

Error N° 6: Intentar obligar a los demás a creer y vivir como nosotros.

Cultiva tu propio jardín y abandona tu tendencia a examinar y juzgar como los otros cultivan el suyo.

Todos somos diferentemente iguales y tenemos el pleno derecho a la libertad de elegir. Una de las principales características de las personas plenamente realizadas es que no desean controlar a los demás.

Obligar es el arte de la contradicción. Es más fácil enseñar caminos y dejar que cada quien escoja su sendero.

Recuerda: En la variedad, está la emoción de la vida...

El Árbol de los Problemas

Un hombre después de pensarlo se decidió a reparar una vieja casa que tenía en una granja. Entonces, contrató a un carpintero que se encargaría de todos los detalles logísticos de restauración.

Un día decidió ir a la granja, para verificar como iban todos los trabajos. Llegó temprano y se dispuso a colaborar en los quehaceres que realizaba el carpintero. Ese día parecía no ser el mejor para el carpintero. Su cortadora eléctrica se había dañado, haciéndole perder dos horas de trabajo. Después de repararla, un corte de electricidad en el pueblo le hizo perder dos horas más de trabajo. Tratando de recuperar el tiempo, partió dos cierras de su cortadora. Ya finalizando la jornada, el pegamento que disponía no le alcanzaba para mezclar su fórmula secreta de acabado.

Después de un día tan irregular, ya disponiéndose para ir a su casa, el camión se le negaba a arrancar. Por supuesto, el dueño de la granja se ofreció a llevarlo. Mientras recorrían los hermosos paisajes de la granja, él iba en silencio meditando. Parecía un poco molesto por los desaires que el día le había jugado.

Después de treinta minutos de recorrido llegaron a la casa del carpintero, y de sorpresa lo invitó para que conociera a su familia. Mientras se dirigían a la puerta, el carpintero se detuvo brevemente frente a un pequeño árbol, de color verde intenso y por demás hermoso. Tocó varias ramas con sus manos, mientras admiraba sus preciosas hojas.

Cuando abrió la puerta, ocurrió una sorprendente transformación. Su bronceada cara estaba plena de sonrisas y alegría. Sus hijos se lanzaron sobre él, dando vueltas en la sala. Le dio un beso a su esposa y lo presentó. Le invitó un refresco y una suculenta empanada. Ya despidiéndose, lo acompañó hasta el auto.

Cuando pasaron nuevamente cerca del árbol, la curiosidad fue grande y le preguntó acerca de lo que había visto hacer un rato antes. Le recordó su conducta con el árbol.

¡Ohh!, ese es mi árbol de los problemas, contestó.

Y luego procedió a explicar y dijo: sé que no puedo evitar tener dificultades en mi trabajo, percances y alteraciones en mi estado de ánimo. Pero una cosa si es segura: Esos problemas no pertenecen ni a mi esposa y mucho menos a mis hijos. Así que simplemente los cuelgo en el “árbol de los problemas” cada noche cuando llego a casa. Luego en la mañana los recojo nuevamente, porque tengo que solucionarlos. Lo divertido es, dijo sonriendo el carpintero, que cuando salgo en la mañana a recogerlos, no hay tantos como los que recuerdo haber colgado la noche anterior.

El dueño de la granja se subió a su auto, meditando sobre la estrategia del carpintero para ser más feliz y evitar contaminar el hogar con los problemas laborales. Entonces se dijo, valió la pena el paseo de hoy.

Llegó a la granja y se dispuso a seleccionar su árbol de los problemas. Y desde entones cada vez que llegaba a su hogar ya saben lo primero que hacía.

“Tenemos que saber que el mundo sólo se puede captar mediante la acción y no la contemplación. El impulso más poderoso, en el ascenso del hombre, es el placer que le produce su propia habilidad. Gocemos haciendo lo que hacemos bien, y habiéndolo hecho bien, gocémonos haciéndolo mejor y lo que no sabemos aprendámoslo y gocemos aprendiendo y luego seremos mejores porque habremos aprendido con gozo”.

Las 8 mentiras de mi Mamá

Esta historia comienza cuando era niño… nací pobre.  A menudo no teníamos suficiente qué comer.  Cuando teníamos algún alimento, Mamá solía darme su porción de arroz.  Mientras pasaba su arroz a mi tazón, solía decir: “Cómete este arroz, hijo, yo no tengo hambre”.  Aquella fue la primera mentira de Mamá.

Al crecer, Mamá renunció a su tiempo libre para pescar en un río cercano a nuestra casa; ella esperaba que de los peces que pescase, me podría dar proveer de un alimento más nutritivo para mi crecimiento.  Una vez, cuando sólo había pescado dos peces, hizo sopa de pescado.  Mientras tomaba la sopa, Mamá se sentó a mi lado y comió lo que quedaba en el hueso del pez que me había comido; mi corazón se estremeció al verla.  Una vez que le pasé el otro pescado, lo rehusó y dijo: “Cómete el pescado, hijo, a mí en realidad no me gusta el pescado”.  Esa fue la segunda mentira de Mamá.

Cuando, para poder pagar mi educación, Mamá fue a una fábrica de fósforos para traer a casa algunas cajetillas usadas, las que llenaba con cerillas nuevas.  Esto la ayudaba a ganar algún dinero para cubrir nuestras necesidades.  Una noche invernal me desperté y hallé a Mamá llenando las cajetillas a la luz de una vela.  Así que le dije: “Mamá, vete a dormir; es tarde, puedes seguir trabajando mañana en la mañana”.  Mamá sonrió y dijo: “Vete a dormir, hijo, no estoy cansada”.  Esa fue la tercera mentira de Mamá.

Cuando tuve que hacer mi examen final, Mamá me acompañó.  Después del amanecer, ella me esperó por horas en el calor del día.  Cuando sonó la campana, corrí a encontrarme con ella… Mamá me abrazó y me dio un vaso de té que había preparado un termo. El té no era tan fuerte como el amor de Mamá.  Viéndola cubierta de sudor, de una vez le pasé mi vaso y le pedí que tomase también.  Mamá dijo: “Toma tú, hijo, que yo no tengo sed.”  Esa fue la cuarta mentira de Mamá.

Tras la muerte de Papá, Mamá tuvo que desempeñar el papel de ambos.  Mantuvo su empleo anterior; tenía que satisfacer sola nuestras necesidades.  Nuestra vida familiar se tornó más complicada, pasábamos hambre.  Viendo empeorar nuestra condición familiar, mi bondadoso tío, quien vivía cerca a nuestra casa, vino a ayudarnos a resolver nuestros problemas grandes y pequeños.  Nuestros otros vecinos vieron que estábamos en pobreza por lo que aconsejaban a Mamá que se volviera a casar.  Pero ella rehusó casarse de nuevo diciendo: “No necesito amor”.  Esa fue la quinta mentira de Mamá.

Al terminar mis estudios y obtener un empleo, llegó el tiempo para que mi anciana madre se jubilase pero ella siguió yendo al mercado cada mañana para vender algunos vegetales.  Yo le seguía enviando dinero pero ella era persistente y aún me enviaba de vuelta el dinero diciendo: “Tengo suficiente”.  Esa fue la sexta mentira de Mamá.

Seguí mis estudios de maestría a tiempo parcial.  Financiado por la corporación estadounidenses para la cual trabajaba, tuve éxito en mis estudios.  Con un gran aumento en mi salario, decidí traer a Mamá a disfrutar la vida en los Estados Unidos pero ella no quiso molestar a su hijo.  Me dijo: “No estoy acostumbrada a vivir por lo alto”.  Esa fue la séptima mentira de Mamá.

En su vejez, Mamá fue atacada por el cáncer y tuvo que ser hospitalizada.  Como ahora vivía al otro lado del océano, fui a casa a ver a Mamá, quien se hallaba encamada tras una operación.  Mamá intentó sonreír pero yo estaba quebrantado por verla tan delgada y frágil.  Pero Mamá dijo: “No llores, hijo, no me duele”.  Esa fue la octava mentira de Mamá… y diciéndola, falleció.

¿Cómo alcanzar un trabajo exitoso?

“Para ser exitoso no tienes que hacer cosas extraordinarias. Solamente haz las cosas ordinarias con amor y excelencia.”

La clave para disfrutar tu trabajo es dejar de pensar que lo haces por otros o por la empresa y comenzar a hacerlo para tí mismo. Hay una historia que leí hace mucho tiempo que quiero compartirla contigo porque sé que andas buscando lo extraordinario.

“Doña Rosa era una ascensorista de un viejo edificio de Juzgados, en Bogotá, que permanecía congestionado de visitantes, ellos entraban y se atiborraban en uno de los viejos ascensores.

Cuando se abría la puerta, la multitud que salía empujaba a la que quería entrar, armando un caos que se repetía en casi todos los pisos. Hacía calor y los olores se concentraban en el elevador.

A pesar de todo eso, doña Rosa cuidaba su ascensor como si fuera el más fino y valioso. Cada mañana, ella pulía las partes metálicas y las aseaba lo mejor posible. A pesar de esas condiciones, andaba sonriente y entusiasta, saludaba y se despedía al abrir y cerrar las puertas, sorprendía a las personas al recordar sus nombres, bromeaba para que la gente sonriera y respondía con amabilidad a todas las preguntas que le formulaban.

Aparte de eso vendía papel oficial, sellos de correo y en sus pocos ratos libres tejía ropa para bebés.

Un día alguien le preguntó cómo podía permanecer tan contenta en esa clase de trabajo incómodo, rutinario y mal pagado.

A lo que ella contestó: -Muchas personas creen que yo actúo así por la gente y en realidad lo hago por mí. Cuando doy buen trato, me siento satisfecha, si los ayudo, la mayoría me lo retribuye y me aprecia.

-Sé que mi ascensor es viejo y mal mantenido, cuando lo limpio, me estoy cuidando a mí misma, porque aunque no es mío, vivo en él muchas horas de mi vida y si lo trato bien, me va a servir mejor.

-¿Y todos los otros ascensoristas piensan así? -le preguntaron.

-No -respondió- algunos de mis compañeros piensan que su tiempo de trabajo no les pertenece a ellos, dicen que es el tiempo de la empresa. Parecen ausentes, es como si murieran a las ocho de la mañana y resucitaran a las seis de la tarde.

Suponen que trabajando de mala gana van a maltratar al jefe o a otros, cuando en realidad es el tiempo de su vida, algo que nunca van a recuperar.

”Esta historia nos muestra que si somos apasionados en lo que hacemos podemos disfrutar no solamente del trabajo, sino de la vida.

Asegúrate de que lo que haces es lo que te gusta y disponte para dar lo mejor de ti. Si lo que haces no te gusta prepárate para dejarlo e ir tras lo que te guste.

Para tener un trabajo extraordinario  no basta con hacerlo, sino como hacerlo y es hacerlo con excelencia. ¿Estás listo?

La elección es tuya si quieres hacer de tu trabajo ordinario o extraordinario. ¿Cómo quieres que sea?

Si no estás disfrutando tu trabajo o tu carrera quizás es tiempo de hacer un alto y comenzar a ir por lo que te apasiona.